jueves, 6 de agosto de 2009

La Sombra Azul



Aquel viento de quince nudos del oeste había sido una tentación demasiado grande para Carlos. Es verdad que el cielo estaba cubierto y caían algunas gotas de lluvia. También es cierto que había muchas olas y que la playa estaba desierta a pesar de ser Semana Santa. Pero había pocas sensaciones comparables a navegar con su pequeño barco de vela.
Pilar, su mujer, le desaconsejó que saliese aquel día, pero las ganas de jugar que el niño que todo hombre lleva dentro pudo mas y Carlos decidió salir con el barco. Mas tarde se arrepentiría de haberlo hecho.
Bajó al garaje donde tenía guardado el pequeño velero y se lo llevo rodando a la playa con el carro de varada. Era un trecho muy corto, apenas cuatro o cinco minutos andando, y ya sobre la arena de la playa se dispuso a aparejar el barco.
Era una labor que le resultaba muy gratificante: montar el palo, que venía en dos partes, instalar la veleta sobre el, subirlo, enganchar los obenques, anudar las drizas a sus correspondientes velas y por último izarlas.
Todo aquello apenas debía llevarle poco mas de veinte minutos, pero Carlos normalmente se lo tomaba con calma, pues un error en el aparejo podía traerle consecuencias una vez en el mar.
Era una sensación extraña, toda la gente con la que hablaba estos días se quejaba del mal tiempo que estaban teniendo, mientras él por el contrario lo encontraba fantástico pues el viento que percibía le auguraba unos estupendos planeos sobre las olas.
Por fin se hizo al agua, la salida de la playa fue dura, las olas batían por encima del barco salpicando a Carlos que mentalmente daba las gracias al inventor del traje de neopreno que le mantenía caliente pues el agua del Mediterráneo en Abril todavía estaba fría.
Las aprensiones de Pilar habían hecho algo de mella en el espíritu de Carlos, así que decidió no alejarse mucho de la playa, ese fue su gran error.
Al principio la navegación fue estupenda, había el suficiente viento como para planear a buena velocidad y Carlos disfrutó con su barco como no había podido hacerlo desde el verano.
Pero al poco rato, al estar muy cerca de la playa, una ola rompió sobre la cubierta del barco haciéndole perder el control y antes de poder recuperarlo una segunda ola le hizo volcar. No era la primera vez que volcaba, de hecho el vuelco es un lance mas de la navegación en barcos de vela ligera.
Nada mas sacar la cabeza del agua se dispuso a adrizar el barco cosa que consiguió minutos después con gran esfuerzo. El chaleco salvavidas le ayudaba a mantenerse a flote y estaba bien sujeto al barco a pesar del embate de las olas pero esta vez sentía que algo no andaba bien así que a pesar del cansancio decidió subirse al barco y poner rumbo a la orilla.
Fue en ese momento cuando vio una de las velas nadando junto al barco y pensó que se habría soltado su driza, pero no era así. Descubrió que se había partido el palo y la restante vela estaba hecha jirones.
Manteniendo la calma intento volver a la playa pero sus velas eran incapaces de captar el viento y el barco había quedado a la deriva. Pensó entonces que las mismas olas que le habían causado el problema le ayudarían a salir de él, fue entonces cuando se percató de que, muy al contrario, la corriente le llevaba mar adentro.
Miró con desesperación hacia la playa buscando ayuda, pero lo desapacible del día había mantenido esta vacía. Pensó entonces que quizá su mujer le estuviese viendo desde la terraza del apartamento y giró su mirada hacia allí, pero nada, no se encontraba en ella.
Para cuando se acordó del teléfono móvil que llevaba en una bolsa estanca, éste ya estaba fuera de cobertura y no le sirvió de nada. Intentó mantener la calma pensando que su mujer mas tarde o mas temprano se daría cuenta de su situación y enviaría a alguien en su ayuda, pero le vino a la mente el vago recuerdo de haberle oído decir que a lo mejor se llevaba a los niños al cine.
Pasarían horas antes de que se diesen cuenta de su desaparición y comenzasen a buscarlo. Además la proximidad de la noche y la meteorología no auguraban nada bueno así que Carlos empezó a preocuparse de verdad.
Todavía tenía la costa a la vista y no era mal nadador así que pensó incluso en lanzarse al agua, abandonar el barco y dirigirse a nado a la playa pero finalmente decidió que si la corriente se llevaba el barco mar adentro también lo haría con él.
Sentía una gran angustia y el miedo a la muerte, pero el sentimiento que en aquellos momentos dominaba su corazón era la rabia. Rabia por no haber hecho caso a su mujer, rabia por su falta de pericia, rabia por su mala suerte, rabia por morir de una forma absurda, por no volver a ver a sus hijos… Pocos minutos después perdió de vista la costa.
Fue entonces cuando vio aquella sombra azul pasando bajo la quilla de su barco. La vio pasar rápido, muy rápido, era larga y estilizada y se movía con un movimiento extraño.
Carlos estaba desconcertado, no sabía que era aquello, ni siquiera estaba seguro de haberlo visto, no sabía si debía temerlo ¿Qué era aquella sombra azul?
Cuando ya comenzaba a pensar que había sido fruto de su imaginación, la sombra azul volvió a pasar bajo el barco, mas deprisa incluso que la primera vez. Ahora si estaba seguro de haberla visto, pero seguía sin poder identificarla.
De repente un escalofrío le sacudió el cuerpo, al acordarse de tantas películas e historias que había visto y oído sobre tiburones y monstruos marinos. Para tranquilizarse se obligó a pensar que aquella sombra azul quizá fuese un delfín, pero la razón le indicaba que el tamaño, dos o tres veces la eslora de su barco, era excesivo.
Una vez mas vio aproximarse la sombra y esta vez si pudo ver con claridad de que se trataba. Lo que vio le dejo sin aliento, sin querer creer lo que sus ojos le mostraban finalmente tuvo que reconocer que aquella sombra que pasaba bajo su barco pertenecía a un calamar gigante, un kraken de unos ocho o diez metros.
Creía recordar que nunca antes habían sido vistos con vida y eso le hacía en ese momento una persona absolutamente privilegiada. Que tremenda ironía sentirse privilegiado cuando con toda probabilidad estaría muerto en breve.
El descubrimiento era de tal magnitud que tuvo la virtud de conseguir tranquilizar a Carlos que a pesar de no ser un gran conocedor de la fauna marina, si sabía que estos animales viven en el fondo de los océanos y soportan muy mal la menor presión que hay cerca de la superficie lo que le hizo preguntarse sobre el motivo de su presencia allí.
En eso estaba cuando de repente la sombra azul volvió, esta vez mucho mas despacio. Carlos observó con atención como se aproximaba el kraken. Sus ojos se encontraron con los del monstruo, grandes como una pelota de tenis, de color dorado y con una mirada que Carlos inconscientemente clasificó como triste.
Tras unos instantes que le parecieron horas, un tentáculo gris azulado emergió del agua y se posó en la borda por babor, Carlos se apartó asustado todo lo que pudo, apenas un metro en un esquife tan pequeño, y de repente otro tentáculo apareció por estribor posándose esta vez sobre su hombro. Al apartarse asustado, el tentáculo le rozó levemente la piel de la frente produciéndole al momento un agudo picor como una urticaria.
Ambos tentáculos empezaron entonces a tantear la regala, como buscando algo, Carlos estaba absolutamente convencido que le buscaban a él, pero estaba equivocado. Poco a poco los tentáculos avanzaron hacia la proa, alejándose de Carlos, que observaba la escena absorto. Alcanzaron los obenques y se asieron a ellos enrollándose como una enredadera.
De repente el barco comenzó a moverse. La ausencia del sol, escondido detrás de las nubes, y la carencia de un compás impedían a Carlos saber en que rumbo, aunque tenía la vaga sensación de estar desplazándose en sentido contrario de lo que lo hacía mientras estaba a la deriva. Poco a poco fue ganando velocidad.
Se preguntó una vez mas cual sería su destino y se sorprendió de no estar asustado, muy al contrario empezaba a sentir una especie de bienestar que le recorría el cuerpo. Fue entonces cuando supo que nada malo le iba a ocurrir.
La playa apareció ante sus ojos poco después, vio su apartamento, vio el carro de varada en la playa, vio incluso sus zapatillas sobre la arena.
Fue entonces, a pocos metros de la orilla cuando el kraken se hundió y balanceado sus tentáculos le dio al barco un último impulso y se soltó. Fue suficiente para llegar a la arena, rápidamente Carlos bajó del barco y se volvió a mirar hacia el mar.
La sombra azul paso una vez mas, la última, siguiendo una trayectoria paralela a la orilla hasta desaparecer de su vista.
Cuando llegó a casa agotado, su familia aún no había vuelto, se quitó la ropa mojada y se puso el pijama y se acostó vencido por el cansancio.
Cuando se despertó a la mañana siguiente su mujer y sus hijos estaban ya desayunando y el periódico local le esperaba sobre la mesa. Todavía adormilado y desconcertado, sin saber si los sucesos de la tarde anterior eran reales o soñados, vio la portada del diario en la que aparecía una foto en blanco y negro de una masa extraña sobre la playa y un titular que rezaba “Hallado el cadáver de un calamar gigante varado en la playa”
Carlos se miro en un espejo que había frente a el, se vio la quemadura de la frente y comenzó a llorar.