domingo, 6 de septiembre de 2009

Soyuz 2


Vasily Mishin se revolvía insomne en su cama una noche mas. Hacía varios días que Vasily no conseguía conciliar el sueño de manera normal. Desde la destrucción de la nave Soyuz-2, sentía una opresiva agitación cada vez que cerraba los ojos. Una angustiosa sensación de vacío, de fracaso y por encima de todo, de culpabilidad.

Vasily Mishin había sido el Ingeniero Jefe de la oficina de diseño OKB-1 desde la extraña muerte de su antecesor, Sergéi Koroliov. Juntos habían coronado con éxito la mayor parte de las etapas de la Carrera Espacial. Fueron los primeros en lanzar un satélite artificial, el Sputnik 1, de poner un ser vivo en órbita, la perrita Laika, de fotografiar el lado oculto de la Luna, incluso fueron los primeros en enviar un ser humano al espacio, el Coronel Yuri Gagarín. Ah, Yuri Gagarín, ojala no se hubiese cruzado nunca en su camino.

Había sido una década de éxitos para Vasily. Junto a su amigo Sergéi Koroliov habían conseguido vencer a los americanos una y otra vez, y hubiesen colocado a la Unión Soviética en el puesto que se merecía en la historia como vencedora absoluta de la Carrera Espacial de no haber sido por la prematura muerte de Koroliov.

Vasily era un ingeniero excepcional, uno entre un millón, un maestro del diseño, con una habilidad innata para la creación de maquinas, pero adolecía de la capacidad que tenía Koroliov para tratar con las personas, y aunque Vasily había creído lo contrario, el mando sobre la oficina de diseño OKB-1, trataba de personas, no de máquinas.

Desde que Vasily aceptó el puesto de Ingeniero Jefe, se consagró a un único propósito, ganar la Carrera Espacial y que el primer hombre en poner un pie sobre la faz de Luna fuese un cosmonauta soviético y esa noche del 20 de Julio de 1969 estaba a punto de convertirse en la noche de su definitiva derrota.

Al principio todo había ido bien, se continuó con los proyectos inacabados de su antecesor, y con máquinas bien diseñadas y tiempos bien marcados, siguieron batiendo a la NASA una vez tras otra: primera mujer en órbita, primer paseo espacial, primera sonda en Venus,…etc. Pero una serie de lamentables errores humanos dieron al traste con el definitivo proyecto de llevar un ser humano a la Luna.

De los fallos que había cometido, Vasily se lamentaba principalmente de los que habían tenido como consecuencia la pérdida de las naves Soyuz-1 y Soyuz-2. Con la primera sucumbió a las presiones recibidas desde el Politburó y lanzó prematuramente la nave, lo que acabó con la destrucción de la misma durante la reentrada y la muerte del cosmonauta que la tripulaba. Si hubiese sido capaz de mantener su criterio, la Soyuz-1 hubiese sido lanzada con éxito apenas medio año mas tarde.

Con la Soyuz-2 cometió un segundo error, aún mas lamentable incluso, pues la nave esta vez estaba lista, rodada y probada, era la nave perfecta para la misión, hubiese pasado a la historia por ser la primera en depositar un hombre en la Luna y éste hubiese sido un cosmonauta soviético adelantándose a la Apolo-XI de los americanos por un margen de días.

Pero no pusieron al mando de la nave a la persona adecuada, el elegido fue el Coronel Yuri Gagarín, primer hombre en el espacio y héroe de la Unión Soviética, pero a su vez alcohólico y pendenciero, cuyas inesperadas y descontroladas reacciones deberían haberle descartado para tripular la Soyuz-2.

Al principio la operación comenzó con éxito, pero cuando el módulo lunar se encontraba a punto de alunizar en el Mar de la Tranquilidad el Coronel Gagarín desconectó súbitamente los automatismos mientras gritaba por la radio su famoso ¡Poyejali! con una carcajada. Vasily le ordenó una y otra vez que devolviese el control a los computadores lo que no hacía mas que alimentar las risas que Gagarín emitía por la radio. Pocos minutos después perdieron toda señal con la Soyuz-2 y hubieron de dar la nave por perdida.

La Unión Soviética no podía reconocer semejante fracaso así que aprovechando que la misión se había mantenido en el mas estricto secreto, tuvieron que simular el fallecimiento del Gagarin en accidente de aviación y sus supuestas cenizas fueron enterradas en el muro del Kremlin.

Mientras Vasily Mishin se debatía con estos pensamientos, a 385.000 kilometros de allí, sobre la superficie de la Luna un hombre bajaba del módulo lunar de la Apolo-XI mientras decía por radio “Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”.

De no haber estado tan concentrado en repetir el histórico texto que le habían ordenado recitar y hubiese mirado a lo lejos, habría descubierto que a unas pocas decenas de metros de allí un cosmonauta le hacía señas desde el suelo de mientras exhalaba los últimos estertores de vida a pocos pasos de los restos de su nave, la Soyuz-2.

martes, 1 de septiembre de 2009

Syldavian



Mientras bajaba por la pasarela de embarque para abordar el avión, la mente de Iván Burns bullía con los pensamientos y recuerdos que brotaban sin control. Iván se sentía incómodo, nervioso, no le gustaba viajar con esta compañía aérea, Syldavian.

Y es que hasta unos pocos meses antes, Iván Burns había sido el presidente y máximo responsable de esta empresa aeronáutica. Nunca viajaba en ella si podía evitarlo, pero ese día necesitaba viajar de Klow a Szohôd con su mujer y sus hijos, y los aviones de Syldavian eran los únicos que operaban esta ruta.

Iván odiaba los embarques, avanzar lentamente hacia el avión, estar rodeado de gente, el ruido, las conversaciones, la amable sonrisa de bienvenida de la tripulación,… Iván Burns era un misántropo.

Mientras deambulaba lentamente, a pocos pasos ya de la entrada del avión, recordó con amargura la partida de repuestos para motores que había comprado a bajo precio en el mercado clandestino un mes antes de dejar el puesto ¿De dónde procedían? Ni lo sabía ni quería saberlo, pero un cierto desasosiego dominaba su conciencia pues en su fuero interno sabía que algún día esos repuestos podrían causar una catástrofe.

Cerca de la puerta pudo vislumbrar la figura del Comandante que se encontraba de espaldas, le recordaba a Mihail Gordov, un piloto de la compañía al que Iván despidió personalmente. Despreciaba a ese tipo, el muy entrometido no paraba de indagar en el mantenimiento de los aviones de Syldavia, las reducciones de costes, la falta de repuestos, el empeoramiento del entrenamiento de los pilotos,… Si no llega a pararle los pies, cualquier día hubiese descubierto lo demás…

Por cierto que tenía que devolver una llamada del nuevo presidente que según dijo su secretaria le quería comentar algo sobre el Comandante Gordov.

Iván alejó estos pensamientos de su mente mientras abordaba la nave y un amago de sonrisa alteró su tétrico rostro al recordar la millonaria indemnización que había percibido a pesar de que supuestamente había dejado el cargo por “razones personales”.

La realidad era muy distinta, Iván había sido cesado fulminantemente por el Consejo de Administración pues en el periodo de su presidencia se acabó con doce años de beneficios, la Compañía había perdido dos tercios de su valor en la Bolsa y la ocupación de sus aviones caía abruptamente.

Iván se sentó solo y se abrochó el cinturón de seguridad. Su familia ocupó en silencio el resto de los asientos de clase preferente de la aeronave. Iván los miró con tristeza y se sumió de nuevo en sus pensamientos.

Era consciente de que no había sido un buen padre, no tenía paciencia para los niños y además las interminables jornadas de trabajo no le habían permitido tener mucho contacto con ellos. Habitualmente salía de casa antes de que sus hijos se levantasen y volvía cuando ya se habían acostado. Eran unos extraños para él, pero el trabajo lo había sido todo y ahora que éste le faltaba no sabía como recuperar el tiempo perdido. Los quería, pero los sentía lejanos. Quizá en el futuro podría hacerlo mejor con sus nietos.

Por un momento, mientras oía como los motores del avión se ponían en marcha, sintió miedo, viajaban todos juntos, en un avión de Syldavian, la Compañía que el había presidido, ¿Qué ocurriría si todos aquellos agoreros como el Comandante Gordov tenían razón?

Iván se sentía nervioso mientras el avión rodaba hacia la cabecera de pista, un sudor frío bañaba su rostro y un ligero temblor sacudía sus manos. Miró por la ventana, era noche cerrada y llovía torrencialmente. Se santiguó.

El avión comenzó el despegue, los motores rugieron a plena potencia mientras el avión adquiría velocidad hasta que inició el vuelo, entre los vaivenes del viento y la lluvia. Iván se retorcía en su asiento intentando no pensar en nada.

Pocos segundos después del despegue se oyó una explosión y se sintió una fuerte guiñada, Iván miró nerviosamente por la ventana para descubrir que del motor derecho salían fuertes llamaradas.

Se acordó de Gordov, de los repuestos, del mantenimiento, de su familia que se encontraba con el en el avión,… Todo lo había hecho mal, se arrepintió de todo…, demasiado tarde…, en ese momento se sintió morir…

Cuando despertó en aquel hospital, entubado, rodeado de maquinas, pudo oír unas voces procedentes de una radio. Abrió los ojos y prestó atención al locutor de las noticias:

“Un avión de la Compañía Syldavian ha sufrido un aterrizaje de emergencia después de que uno de sus motores estallase en vuelo al parecer por una pieza defectuosa”

“Gracias a la pericia del Comandante Mihail Gordov que se encontraba a los mandos no hay que lamentar ninguna víctima mortal y tan hay sólo una persona hospitalizada después de sufrir un ataque cardiaco”.