domingo, 6 de septiembre de 2009

Soyuz 2


Vasily Mishin se revolvía insomne en su cama una noche mas. Hacía varios días que Vasily no conseguía conciliar el sueño de manera normal. Desde la destrucción de la nave Soyuz-2, sentía una opresiva agitación cada vez que cerraba los ojos. Una angustiosa sensación de vacío, de fracaso y por encima de todo, de culpabilidad.

Vasily Mishin había sido el Ingeniero Jefe de la oficina de diseño OKB-1 desde la extraña muerte de su antecesor, Sergéi Koroliov. Juntos habían coronado con éxito la mayor parte de las etapas de la Carrera Espacial. Fueron los primeros en lanzar un satélite artificial, el Sputnik 1, de poner un ser vivo en órbita, la perrita Laika, de fotografiar el lado oculto de la Luna, incluso fueron los primeros en enviar un ser humano al espacio, el Coronel Yuri Gagarín. Ah, Yuri Gagarín, ojala no se hubiese cruzado nunca en su camino.

Había sido una década de éxitos para Vasily. Junto a su amigo Sergéi Koroliov habían conseguido vencer a los americanos una y otra vez, y hubiesen colocado a la Unión Soviética en el puesto que se merecía en la historia como vencedora absoluta de la Carrera Espacial de no haber sido por la prematura muerte de Koroliov.

Vasily era un ingeniero excepcional, uno entre un millón, un maestro del diseño, con una habilidad innata para la creación de maquinas, pero adolecía de la capacidad que tenía Koroliov para tratar con las personas, y aunque Vasily había creído lo contrario, el mando sobre la oficina de diseño OKB-1, trataba de personas, no de máquinas.

Desde que Vasily aceptó el puesto de Ingeniero Jefe, se consagró a un único propósito, ganar la Carrera Espacial y que el primer hombre en poner un pie sobre la faz de Luna fuese un cosmonauta soviético y esa noche del 20 de Julio de 1969 estaba a punto de convertirse en la noche de su definitiva derrota.

Al principio todo había ido bien, se continuó con los proyectos inacabados de su antecesor, y con máquinas bien diseñadas y tiempos bien marcados, siguieron batiendo a la NASA una vez tras otra: primera mujer en órbita, primer paseo espacial, primera sonda en Venus,…etc. Pero una serie de lamentables errores humanos dieron al traste con el definitivo proyecto de llevar un ser humano a la Luna.

De los fallos que había cometido, Vasily se lamentaba principalmente de los que habían tenido como consecuencia la pérdida de las naves Soyuz-1 y Soyuz-2. Con la primera sucumbió a las presiones recibidas desde el Politburó y lanzó prematuramente la nave, lo que acabó con la destrucción de la misma durante la reentrada y la muerte del cosmonauta que la tripulaba. Si hubiese sido capaz de mantener su criterio, la Soyuz-1 hubiese sido lanzada con éxito apenas medio año mas tarde.

Con la Soyuz-2 cometió un segundo error, aún mas lamentable incluso, pues la nave esta vez estaba lista, rodada y probada, era la nave perfecta para la misión, hubiese pasado a la historia por ser la primera en depositar un hombre en la Luna y éste hubiese sido un cosmonauta soviético adelantándose a la Apolo-XI de los americanos por un margen de días.

Pero no pusieron al mando de la nave a la persona adecuada, el elegido fue el Coronel Yuri Gagarín, primer hombre en el espacio y héroe de la Unión Soviética, pero a su vez alcohólico y pendenciero, cuyas inesperadas y descontroladas reacciones deberían haberle descartado para tripular la Soyuz-2.

Al principio la operación comenzó con éxito, pero cuando el módulo lunar se encontraba a punto de alunizar en el Mar de la Tranquilidad el Coronel Gagarín desconectó súbitamente los automatismos mientras gritaba por la radio su famoso ¡Poyejali! con una carcajada. Vasily le ordenó una y otra vez que devolviese el control a los computadores lo que no hacía mas que alimentar las risas que Gagarín emitía por la radio. Pocos minutos después perdieron toda señal con la Soyuz-2 y hubieron de dar la nave por perdida.

La Unión Soviética no podía reconocer semejante fracaso así que aprovechando que la misión se había mantenido en el mas estricto secreto, tuvieron que simular el fallecimiento del Gagarin en accidente de aviación y sus supuestas cenizas fueron enterradas en el muro del Kremlin.

Mientras Vasily Mishin se debatía con estos pensamientos, a 385.000 kilometros de allí, sobre la superficie de la Luna un hombre bajaba del módulo lunar de la Apolo-XI mientras decía por radio “Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”.

De no haber estado tan concentrado en repetir el histórico texto que le habían ordenado recitar y hubiese mirado a lo lejos, habría descubierto que a unas pocas decenas de metros de allí un cosmonauta le hacía señas desde el suelo de mientras exhalaba los últimos estertores de vida a pocos pasos de los restos de su nave, la Soyuz-2.

martes, 1 de septiembre de 2009

Syldavian



Mientras bajaba por la pasarela de embarque para abordar el avión, la mente de Iván Burns bullía con los pensamientos y recuerdos que brotaban sin control. Iván se sentía incómodo, nervioso, no le gustaba viajar con esta compañía aérea, Syldavian.

Y es que hasta unos pocos meses antes, Iván Burns había sido el presidente y máximo responsable de esta empresa aeronáutica. Nunca viajaba en ella si podía evitarlo, pero ese día necesitaba viajar de Klow a Szohôd con su mujer y sus hijos, y los aviones de Syldavian eran los únicos que operaban esta ruta.

Iván odiaba los embarques, avanzar lentamente hacia el avión, estar rodeado de gente, el ruido, las conversaciones, la amable sonrisa de bienvenida de la tripulación,… Iván Burns era un misántropo.

Mientras deambulaba lentamente, a pocos pasos ya de la entrada del avión, recordó con amargura la partida de repuestos para motores que había comprado a bajo precio en el mercado clandestino un mes antes de dejar el puesto ¿De dónde procedían? Ni lo sabía ni quería saberlo, pero un cierto desasosiego dominaba su conciencia pues en su fuero interno sabía que algún día esos repuestos podrían causar una catástrofe.

Cerca de la puerta pudo vislumbrar la figura del Comandante que se encontraba de espaldas, le recordaba a Mihail Gordov, un piloto de la compañía al que Iván despidió personalmente. Despreciaba a ese tipo, el muy entrometido no paraba de indagar en el mantenimiento de los aviones de Syldavia, las reducciones de costes, la falta de repuestos, el empeoramiento del entrenamiento de los pilotos,… Si no llega a pararle los pies, cualquier día hubiese descubierto lo demás…

Por cierto que tenía que devolver una llamada del nuevo presidente que según dijo su secretaria le quería comentar algo sobre el Comandante Gordov.

Iván alejó estos pensamientos de su mente mientras abordaba la nave y un amago de sonrisa alteró su tétrico rostro al recordar la millonaria indemnización que había percibido a pesar de que supuestamente había dejado el cargo por “razones personales”.

La realidad era muy distinta, Iván había sido cesado fulminantemente por el Consejo de Administración pues en el periodo de su presidencia se acabó con doce años de beneficios, la Compañía había perdido dos tercios de su valor en la Bolsa y la ocupación de sus aviones caía abruptamente.

Iván se sentó solo y se abrochó el cinturón de seguridad. Su familia ocupó en silencio el resto de los asientos de clase preferente de la aeronave. Iván los miró con tristeza y se sumió de nuevo en sus pensamientos.

Era consciente de que no había sido un buen padre, no tenía paciencia para los niños y además las interminables jornadas de trabajo no le habían permitido tener mucho contacto con ellos. Habitualmente salía de casa antes de que sus hijos se levantasen y volvía cuando ya se habían acostado. Eran unos extraños para él, pero el trabajo lo había sido todo y ahora que éste le faltaba no sabía como recuperar el tiempo perdido. Los quería, pero los sentía lejanos. Quizá en el futuro podría hacerlo mejor con sus nietos.

Por un momento, mientras oía como los motores del avión se ponían en marcha, sintió miedo, viajaban todos juntos, en un avión de Syldavian, la Compañía que el había presidido, ¿Qué ocurriría si todos aquellos agoreros como el Comandante Gordov tenían razón?

Iván se sentía nervioso mientras el avión rodaba hacia la cabecera de pista, un sudor frío bañaba su rostro y un ligero temblor sacudía sus manos. Miró por la ventana, era noche cerrada y llovía torrencialmente. Se santiguó.

El avión comenzó el despegue, los motores rugieron a plena potencia mientras el avión adquiría velocidad hasta que inició el vuelo, entre los vaivenes del viento y la lluvia. Iván se retorcía en su asiento intentando no pensar en nada.

Pocos segundos después del despegue se oyó una explosión y se sintió una fuerte guiñada, Iván miró nerviosamente por la ventana para descubrir que del motor derecho salían fuertes llamaradas.

Se acordó de Gordov, de los repuestos, del mantenimiento, de su familia que se encontraba con el en el avión,… Todo lo había hecho mal, se arrepintió de todo…, demasiado tarde…, en ese momento se sintió morir…

Cuando despertó en aquel hospital, entubado, rodeado de maquinas, pudo oír unas voces procedentes de una radio. Abrió los ojos y prestó atención al locutor de las noticias:

“Un avión de la Compañía Syldavian ha sufrido un aterrizaje de emergencia después de que uno de sus motores estallase en vuelo al parecer por una pieza defectuosa”

“Gracias a la pericia del Comandante Mihail Gordov que se encontraba a los mandos no hay que lamentar ninguna víctima mortal y tan hay sólo una persona hospitalizada después de sufrir un ataque cardiaco”.

jueves, 6 de agosto de 2009

La Sombra Azul



Aquel viento de quince nudos del oeste había sido una tentación demasiado grande para Carlos. Es verdad que el cielo estaba cubierto y caían algunas gotas de lluvia. También es cierto que había muchas olas y que la playa estaba desierta a pesar de ser Semana Santa. Pero había pocas sensaciones comparables a navegar con su pequeño barco de vela.
Pilar, su mujer, le desaconsejó que saliese aquel día, pero las ganas de jugar que el niño que todo hombre lleva dentro pudo mas y Carlos decidió salir con el barco. Mas tarde se arrepentiría de haberlo hecho.
Bajó al garaje donde tenía guardado el pequeño velero y se lo llevo rodando a la playa con el carro de varada. Era un trecho muy corto, apenas cuatro o cinco minutos andando, y ya sobre la arena de la playa se dispuso a aparejar el barco.
Era una labor que le resultaba muy gratificante: montar el palo, que venía en dos partes, instalar la veleta sobre el, subirlo, enganchar los obenques, anudar las drizas a sus correspondientes velas y por último izarlas.
Todo aquello apenas debía llevarle poco mas de veinte minutos, pero Carlos normalmente se lo tomaba con calma, pues un error en el aparejo podía traerle consecuencias una vez en el mar.
Era una sensación extraña, toda la gente con la que hablaba estos días se quejaba del mal tiempo que estaban teniendo, mientras él por el contrario lo encontraba fantástico pues el viento que percibía le auguraba unos estupendos planeos sobre las olas.
Por fin se hizo al agua, la salida de la playa fue dura, las olas batían por encima del barco salpicando a Carlos que mentalmente daba las gracias al inventor del traje de neopreno que le mantenía caliente pues el agua del Mediterráneo en Abril todavía estaba fría.
Las aprensiones de Pilar habían hecho algo de mella en el espíritu de Carlos, así que decidió no alejarse mucho de la playa, ese fue su gran error.
Al principio la navegación fue estupenda, había el suficiente viento como para planear a buena velocidad y Carlos disfrutó con su barco como no había podido hacerlo desde el verano.
Pero al poco rato, al estar muy cerca de la playa, una ola rompió sobre la cubierta del barco haciéndole perder el control y antes de poder recuperarlo una segunda ola le hizo volcar. No era la primera vez que volcaba, de hecho el vuelco es un lance mas de la navegación en barcos de vela ligera.
Nada mas sacar la cabeza del agua se dispuso a adrizar el barco cosa que consiguió minutos después con gran esfuerzo. El chaleco salvavidas le ayudaba a mantenerse a flote y estaba bien sujeto al barco a pesar del embate de las olas pero esta vez sentía que algo no andaba bien así que a pesar del cansancio decidió subirse al barco y poner rumbo a la orilla.
Fue en ese momento cuando vio una de las velas nadando junto al barco y pensó que se habría soltado su driza, pero no era así. Descubrió que se había partido el palo y la restante vela estaba hecha jirones.
Manteniendo la calma intento volver a la playa pero sus velas eran incapaces de captar el viento y el barco había quedado a la deriva. Pensó entonces que las mismas olas que le habían causado el problema le ayudarían a salir de él, fue entonces cuando se percató de que, muy al contrario, la corriente le llevaba mar adentro.
Miró con desesperación hacia la playa buscando ayuda, pero lo desapacible del día había mantenido esta vacía. Pensó entonces que quizá su mujer le estuviese viendo desde la terraza del apartamento y giró su mirada hacia allí, pero nada, no se encontraba en ella.
Para cuando se acordó del teléfono móvil que llevaba en una bolsa estanca, éste ya estaba fuera de cobertura y no le sirvió de nada. Intentó mantener la calma pensando que su mujer mas tarde o mas temprano se daría cuenta de su situación y enviaría a alguien en su ayuda, pero le vino a la mente el vago recuerdo de haberle oído decir que a lo mejor se llevaba a los niños al cine.
Pasarían horas antes de que se diesen cuenta de su desaparición y comenzasen a buscarlo. Además la proximidad de la noche y la meteorología no auguraban nada bueno así que Carlos empezó a preocuparse de verdad.
Todavía tenía la costa a la vista y no era mal nadador así que pensó incluso en lanzarse al agua, abandonar el barco y dirigirse a nado a la playa pero finalmente decidió que si la corriente se llevaba el barco mar adentro también lo haría con él.
Sentía una gran angustia y el miedo a la muerte, pero el sentimiento que en aquellos momentos dominaba su corazón era la rabia. Rabia por no haber hecho caso a su mujer, rabia por su falta de pericia, rabia por su mala suerte, rabia por morir de una forma absurda, por no volver a ver a sus hijos… Pocos minutos después perdió de vista la costa.
Fue entonces cuando vio aquella sombra azul pasando bajo la quilla de su barco. La vio pasar rápido, muy rápido, era larga y estilizada y se movía con un movimiento extraño.
Carlos estaba desconcertado, no sabía que era aquello, ni siquiera estaba seguro de haberlo visto, no sabía si debía temerlo ¿Qué era aquella sombra azul?
Cuando ya comenzaba a pensar que había sido fruto de su imaginación, la sombra azul volvió a pasar bajo el barco, mas deprisa incluso que la primera vez. Ahora si estaba seguro de haberla visto, pero seguía sin poder identificarla.
De repente un escalofrío le sacudió el cuerpo, al acordarse de tantas películas e historias que había visto y oído sobre tiburones y monstruos marinos. Para tranquilizarse se obligó a pensar que aquella sombra azul quizá fuese un delfín, pero la razón le indicaba que el tamaño, dos o tres veces la eslora de su barco, era excesivo.
Una vez mas vio aproximarse la sombra y esta vez si pudo ver con claridad de que se trataba. Lo que vio le dejo sin aliento, sin querer creer lo que sus ojos le mostraban finalmente tuvo que reconocer que aquella sombra que pasaba bajo su barco pertenecía a un calamar gigante, un kraken de unos ocho o diez metros.
Creía recordar que nunca antes habían sido vistos con vida y eso le hacía en ese momento una persona absolutamente privilegiada. Que tremenda ironía sentirse privilegiado cuando con toda probabilidad estaría muerto en breve.
El descubrimiento era de tal magnitud que tuvo la virtud de conseguir tranquilizar a Carlos que a pesar de no ser un gran conocedor de la fauna marina, si sabía que estos animales viven en el fondo de los océanos y soportan muy mal la menor presión que hay cerca de la superficie lo que le hizo preguntarse sobre el motivo de su presencia allí.
En eso estaba cuando de repente la sombra azul volvió, esta vez mucho mas despacio. Carlos observó con atención como se aproximaba el kraken. Sus ojos se encontraron con los del monstruo, grandes como una pelota de tenis, de color dorado y con una mirada que Carlos inconscientemente clasificó como triste.
Tras unos instantes que le parecieron horas, un tentáculo gris azulado emergió del agua y se posó en la borda por babor, Carlos se apartó asustado todo lo que pudo, apenas un metro en un esquife tan pequeño, y de repente otro tentáculo apareció por estribor posándose esta vez sobre su hombro. Al apartarse asustado, el tentáculo le rozó levemente la piel de la frente produciéndole al momento un agudo picor como una urticaria.
Ambos tentáculos empezaron entonces a tantear la regala, como buscando algo, Carlos estaba absolutamente convencido que le buscaban a él, pero estaba equivocado. Poco a poco los tentáculos avanzaron hacia la proa, alejándose de Carlos, que observaba la escena absorto. Alcanzaron los obenques y se asieron a ellos enrollándose como una enredadera.
De repente el barco comenzó a moverse. La ausencia del sol, escondido detrás de las nubes, y la carencia de un compás impedían a Carlos saber en que rumbo, aunque tenía la vaga sensación de estar desplazándose en sentido contrario de lo que lo hacía mientras estaba a la deriva. Poco a poco fue ganando velocidad.
Se preguntó una vez mas cual sería su destino y se sorprendió de no estar asustado, muy al contrario empezaba a sentir una especie de bienestar que le recorría el cuerpo. Fue entonces cuando supo que nada malo le iba a ocurrir.
La playa apareció ante sus ojos poco después, vio su apartamento, vio el carro de varada en la playa, vio incluso sus zapatillas sobre la arena.
Fue entonces, a pocos metros de la orilla cuando el kraken se hundió y balanceado sus tentáculos le dio al barco un último impulso y se soltó. Fue suficiente para llegar a la arena, rápidamente Carlos bajó del barco y se volvió a mirar hacia el mar.
La sombra azul paso una vez mas, la última, siguiendo una trayectoria paralela a la orilla hasta desaparecer de su vista.
Cuando llegó a casa agotado, su familia aún no había vuelto, se quitó la ropa mojada y se puso el pijama y se acostó vencido por el cansancio.
Cuando se despertó a la mañana siguiente su mujer y sus hijos estaban ya desayunando y el periódico local le esperaba sobre la mesa. Todavía adormilado y desconcertado, sin saber si los sucesos de la tarde anterior eran reales o soñados, vio la portada del diario en la que aparecía una foto en blanco y negro de una masa extraña sobre la playa y un titular que rezaba “Hallado el cadáver de un calamar gigante varado en la playa”
Carlos se miro en un espejo que había frente a el, se vio la quemadura de la frente y comenzó a llorar.

viernes, 17 de julio de 2009

Es Tortura Vil (audio La Rosa de los Vientos)

lunes, 8 de junio de 2009

Es Tortura Vil

Era un dolor agudo, profundo, intenso, desgarrador,… Un tremendo pinchazo le perforaba las encías infringiéndole un sufrimiento físico como no había conocido hasta el momento.

Pero lo que realmente atenazaba el corazón de Juan no era ese incesante dolor, lo que verdaderamente le angustiaba y desconsolaba era el desconcertante comportamiento de Eva y Adolfo.

Juan no podía contener sus gritos ni su llanto, aullidos de dolor surgían de lo mas profundo de sus entrañas como reacción a la inhumana tortura que estaba sufriendo.

De no encontrarse en una casa aislada en las montañas, a kilómetros del lugar habitado mas cercano, sus bramidos de dolor seguramente habrían atraído la atención de los vecinos. Además la tempestad de viento y nieve hacía imposible un paseante casual oyese sus repetidas llamadas de auxilio.

Era extraño, muy extraño. Hasta ahora Eva y Adolfo habían sido unas personas encantadoras. Todo eran desvelos por atenderle cuidarle y agasajarle desde el día en que lo trajeron a aquella centenaria casa de piedra después de que Juan despertase en aquel hospital de la ciudad sin saber quien era ni donde estaba.

Pero desde hacía apenas dos días, mas o menos cuando la Tramontana comenzó a asolar el valle, comenzó también aquella horrible tortura física que además trajo emparejado el desconcierto, la desazón y el dolor por la terrorífica mutación que se había producido en Eva y Adolfo.

El dolor y la ansiedad que ese terrible cambio del joven matrimonio producía en Juan, le torturaba incluso mas que el lacerante dolor de su castigada boca.

De repente la pareja apareció en la habitación en que se encontraba recluido Juan, lo que inmediatamente produjo que éste callara sus gritos y detuviese sus lloros, mientras su corazón latía apresuradamente observándoles desde detrás de los barrotes manteniendo un expectante silencio. Entonces Eva le dirigió unas palabras extrañas que Juan no comprendía mientras Adolfo, que tenía su mano sobre el hombro de su esposa, asentía sonriendo nerviosamente.

Poco después abandonaron la sala, dejando solo a Juan, acompañado únicamente por el dolor, la angustia, el miedo, la desazón y el llanto.

Mientras tanto Eva también lloraba desconsoladamente junto a la puerta del cuarto de Juan a la vez que consultaba una y otra vez su reloj de muñeca. Su marido intentando consolarla le dijo: “Cariño, lo estamos haciendo por su bien. Ya sabes que si no lo hacemos así no aprenderá a dormir solo y eso le puede traer consecuencias en el futuro”.

Eva se secó las lágrimas con un pañuelo y contestó: “Lo sé, lo dice el libro de enseñar a dormir, y todo el mundo lo recomienda, pero a pesar de todo siento en mi interior que lo que hacemos está mal y además me parece que le están saliendo los dientes”

Adolfo dudó por un momento, pero al fin replicó: “No mi amor, eso es imposible, el doctor asegura en su libro que los dientes no duelen al salir, lo que pasa es que nuestro hijo Juan nos está intentando manipular”.

Mientras tanto, a muchos de kilómetros de allí, Eduard dormía a pierna suelta en un espléndido ático junto a la playa, comprado con las ganancias de su libro, del que había vendido varios cientos de miles de copias, ajeno al dolor y sufrimiento que su maldito libro estaba infligiendo a millones de niños y a sus familias.

(Relato leído en la sección de microrelatos de La Rosa de los Vientos de Juan Antonio Cebrián el 8 de Junio de 2009)


lunes, 1 de junio de 2009

Mi Nombre es John O´Neill




Mi nombre es John O´Neill y tengo cuarenta y nueve años. Quizá sea por que la crisis de los cincuenta me ha afectado con algo de adelanto o quizá sea por otra cosa pero he decidido dar un giro a mi vida.
Nunca he escrito nada aparte de los trabajos del colegio y la universidad y por supuesto las montañas de informes que he redactado durante mi vida profesional. Llegado a mi edad, uno comienza a contemplar el pasado y a plantearse si sus vivencias pueden ser interesantes a los demás. Creo que las mías lo son y un día escribiré un libro.
Pero como ya he contado, nunca he escrito antes con espíritu literario, así que antes de ponerme manos a la obra en la redacción de mi libro, dedicaré unos meses a pulir mis dotes para la escritura mediante este blog que hoy inicio.
Una cascada de sentimientos, muchos contradictorios, sacuden mi ánimo estos últimos días. Como ya he comentado antes, he decidido que había llegado un momento de mi vida en que un cambio se hacía necesario y he decidido empezar por mi trabajo a pesar de amarlo profundamente. Desde muy niño quise ser agente del FBI, investigar, perseguir delincuentes y luchar contra el crimen.
Lo conseguí y me dediqué a ello con ahínco, he dedicado mi vida a combatir el crimen organizado y últimamente a luchar contra el terrorismo, en concreto el mal llamado terrorismo islámico. Siento una gran congoja por haber tenido que dejarlo, pero la negativa de mis jefes a dejarme seguir investigando ciertas organizaciones y a profundizar en las fuentes de financiación del terrorismo, me ha llevado a tirar la toalla y buscar otro empleo.
Rabia, siento mucha, muchísima. Creo que he sido víctima de una conspiración interna para impedirme que siga investigando, para forzarme a abandonar mi puesto. Si, me indigna, me lamento con amargura cuando pienso la alegría que les debió producir recibir mi carta de dimisión a finales de julio.

Por otro lado también tengo una gran ilusión, la responsabilidad de este nuevo trabajo no es comparable al anterior, Jefe de la unidad de Contraterrorismo del FBI en la ciudad de Nueva York, pero me satisface en gran medida intentar evitar que “los malos” acaben el trabajo que empezaron hace casi diez años.
Por otro lado las menores responsabilidades que acarrea este nueva empresa me permitirán viajar con mis seres queridos, quizá vaya a España. Me gustó ese país cuando estuve hace unos meses en sus costas, en concreto en Salou mientras perseguía a Mohamed Atta un personaje que seguro nos traerá disgustos y que curiosamente viaja por el mundo financiado por una fundación cuyo patrono es el mismísimo Henry Kissinger. ¡Ay! si me hubiesen dejado investigar al menos un poco mas…
También tengo cierta inquietud, no acabo de ver claras las relaciones de mi nueva empresa Securacom y el holding Kroll Associates, al que esta pertenece con personas prominentes de este gobierno, pues me inquieta que las intrigas palaciegas de esta administración se vean reflejadas en esta compañía. En fin, ya me preocuparé de ello mas adelante. Por otro lado, menuda empresa, encargada de la seguridad de las Torres Gemelas, compañías aéreas, aeropuertos,…etc.
Hoy 11 de septiembre de 2001 estoy escribiendo desde mi oficina de mi nuevo trabajo como Jefe de Seguridad del World Trade Center de Nueva York, hoy es mi primer día de trabajo así que he decidido acudir pronto,… pero, ¿qué es eso? Parece… un avión acercándose… ¡Dios mío!...